La historia de estas tierras se escribe entre cristalinas aguas y guijarros cálidos, y sus valientes vinos lucen con orgullo la profunda huella del Mediterráneo. El próximo año, la joven D.O. contará con su propia Ruta del Vino, lo que supondrá un fuerte impulso socioeconómico para esta silenciosa y bella comarca situada al sur de Cuenca.
C álidos guijarros flanquean las orillas del fronterizo río Júcar a su paso por el sur de Cuenca. En este peculiar territorio de intenso colorido y profunda calma nacen unos vinos valientes y expresivos que tallan su Historia entre redondeadas piedras y aguas cristalinas.
La Ribera del Júcar da nombre a una de las denominaciones de origen más jóvenes de España, que este año celebra su decimoquinto aniversario. Nació en 2003 para reivindicar la calidad y personalidad de unos vinos marcados por un clima y un suelo muy especiales. Los infatigables guijarros, desgastados por la fuerza del mestizo Júcar, protegen los suelos arcillosos y calcáreos donde crecen las viñas y colaboran en el caprichoso destino de la uva: drenan el agua de las lluvias y reflejan la luz del sol, ayudando a madurar el fruto. Un fruto sufridor que se hace fuerte entre los cantos y que resiste admirable las embestidas del tiempo. Esta región conquense goza de una exclusividad microclimática que se caracteriza por las bruscas variaciones de temperatura entre los fríos inviernos y los tórridos veranos y entre los días y las noches –suavizadas por la proximidad del río, que también reduce el riesgo de heladas–.
Pulso mediterráneo
Pinares de pino piñonero, campos de cereales, almendros y frutales dibujan el fértil e inusual paisaje de esta comarca castellana formada por siete pequeñas localidades: Casas de Benítez, Casas de Fernando Alonso, Casas de Guijarro, Casas de Haro, Pozoamargo, Sisante y El Picazo. Las 9.000 hectáreas de viñedo se sitúan sobre una llanura a 750 metros de altitud mecida por vientos mediterráneos y gobernada por una uva autóctona con un espléndido futuro por delante: la Bobal.
Esta original variedad de intenso color azulado es profundamente mediterránea: aromas a frutas negras, flores, lilas, violetas... que se impregnan de matices balsámicos y especiados que aparecen con la crianza. Rústica y con un gran potencial de envejecimiento, comparte territorio con la austera Cencibel –así se llama a la Tempranillo en esta zona–, la jugosa Merlot y la explosiva Syrah. La blanca Moscatel de Grano Menudo es otra de las señas de identidad de la Ribera del Júcar.
Las nueve bodegas –tres privadas y seis pequeñas cooperativas– de la Denominación de Origen han realizado una extraordinaria labor para mejorar su producción y diferenciarla, y ese esfuerzo se plasma en unos vinos honestos y personales. Los más jóvenes tienen un color rojo picota con característicos destellos púrpuras y aromas limpios y afrutados. En los tradición –envejecidos en barrica de roble durante cuatro meses– se entremezclan las notas de fruta roja con aromas avainillados y torrefactados. La crianza despierta aromas de intensidad media-alta, con un ligero toque a cacao que se funde con la fruta, la vainilla y los tostados en un largo posgusto.
Espléndido futuro
En la primavera de 2019, la Ruta del Vino de la Ribera del Júcar se incorporará a las Rutas del Vino de la Asociación Española de Ciudades del Vino (Acevin) con la firme intención de afianzar la comarca como uno de los destinos enoturísticos más atractivos del momento. Las bodegas y cooperativas de la Denominación de Origen, llenas de historia y equipadas con las últimas innovaciones tecnológicas, serán una parada imprescindible en esta nueva Ruta del Vino. Al igual que los encantadores alojamientos rurales de la zona y sus restaurantes, ideales para disfrutar de la sabrosa y contundente gastronomía conquense: zarajos, atascaburras, morteruelo, gazpacho pastor, cordero asado... Sin olvidar sus magníficos quesos, sus aromáticos aceites y postres tan apetecibles como el alajú (una torta árabe elaborada tradicionalmente con pan, miel y almendras).
La creación de la Ruta del Vino de la Ribera del Júcar supondrá un importante impulso socioeconómico para la región: sin duda el objetivo más importante del proyecto es atraer a la población al medio rural y al mismo tiempo salvaguardar el paraje.
Y continuar la apuesta por mercados de calidad que sepan valorar el esfuerzo que conlleva un producto tan único como es el vino de la Ribera del Júcar. Actualmente, el 80% de su producción se exporta a países como Alemania, Suiza, Inglaterra, Estados Unidos o China. Una dulce recompensa al valor.